La comunicación violenta no siempre lo es de forma directa y explícita, la mayoría de las veces se da en forma encubierta, incluso sin palabras.
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Recuerdo uno de mis primeros días de trabajo en un estudio jurídico, yo tenía entre 18 y 19 años, lo recuerdo hasta hoy ese día porque estaba aterrorizada de hacer algo mal, de equivocarme. Al momento de volver de hacer trámites en los juzgados (en la jerga se le dice “procurar”), mi jefa me preguntó cuánto tiempo había tardado en cada juzgado; si había mucha gente; y cuántos expedientes había podido ver.
No me preguntó nada sobre el contenido del trabajo en sí. Todo ello me llevó a sentir que estaba indirectamente “midiendo” mi performance (o muy directamente).
Al día siguiente de esa charla, volví a tribunales con mucho miedo y con la sensación de que si no hacía todo más rápido me iban a echar. Al tratar de apurarme en cada juzgado, me tropecé y me doble el tobillo. No paré, seguí como pude mirando los expedientes.
Hoy en día me acuerdo el terror que me había generado esa persona, jamás fue agresiva directamente pero sí lo fue por medio de sus preguntas y observaciones de los aspectos formales del trabajo.
Otro ejemplo, ya era abogada, y trabajaba en una empresa nacional. Ante un cambio y reestructuración de la empresa, la comunicación violenta no se dio por medio de palabras, sino por medio del espacio. La estructura del sector legal se dividió para recibir al nuevo director. Éste ocupó las ¾ partes del espacio con su oficina y el resto (un cuarto del espacio) los empleados. Estábamos casi hacinados sin ventanas, mientras que el director se había quedado con todas ellas, sumado a que él venía una vez por semana, un rato, mientras que los empleados estabamos 9 hs. diarias (o más).
Esta es otra forma de comunicación violenta.
Son infinitas las formas de comunicarnos violentamente en el dominio profesional y personal. Los gestos, los silencios, las preguntas, el espacio y muchos otros aspectos que no necesitan ser exclusivos del dominio narrativo.
¿Qué es lo que nos calla ante sucesos como éste? ¿Qué es lo que nos permite aceptar la violencia y hacernos chiquitos en el espacio?
Nuestra desarrollo profesional depende de nuestra comunicación con los demás. Todas nuestras relaciones dependen de nuestra comunicación.
Sin embargo, el callar y conversaciones privadas dentro de una corporación son materia de todos los días.

“Los conflictos surgen, se nutren y se mantienen por la (in)comunicación. Paradójicamente, es la comunicación el canal para resolverlos."
(Goldstein, 1999; Gunter, 1995; Sánchez y Díaz, 2003; L. Singer, 1996; Watzlawick, Weakland y Fisch, 1994).
Luego de experimentar millones de situaciones como las descritas previamente, sufrir estrés y ansiedad como producto de ellas, comencé a interesarme en formarme en disciplinas de desarrollo personal y profesional como Coaching, PNL (hasta había comenzado la carrera de Psicología como hobby), Reiki, Instructorado de Yoga, etc.
En verdad, el desarrollo de habilidades blandas fue algo que siempre me fascinó. Incluso mientras cursaba mi carrera de grado como abogada me había anotado en un curso de oratoria.
Ese curso de oratoria en la Facultad de Derecho me regaló una pista que ninguna de las formaciones mencionadas anteriormente me habían dado: en las conversaciones, el 70% se da en forma no verbal (algunos autores incluso dicen que es mucho mayor).
Recuerdo practicar cambiar mi voz en los juzgados y sentirme más grande e inteligente.
La conclusión a que llegué fue la siguiente:
Curso Coaching Corporal
Te invito a descargar el programa del próximo curso de coaching corporal de Embodied Coaching®, en el cual en uno de los módulos veremos el lenguaje corporal.


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